En medio de esta cuarentena en la que los sistemas de streaming han encontrado una manera de ocupar nuestro tiempo, el viernes 10 de abril se estrenó “La Pelea Estelar” (“The Main Event”, Jay Karas, 2020), coproducción de Netflix y la WWE (empresa promotora de lucha libre en Estados Unidos) y que está dirigida a los niños de la casa.
Esta película llegó a mí días antes de que se estrenara gracias a que en el perfil dedicado a los niños en mi cuenta se programó el avance de ella y generó (cómo pasa con los traileres en las salas de cine) esa “necesidad” por ver de qué trataba la cinta en cuestión.

Y así fue, el viernes por la noche, día del estreno, decidimos ver en familia esta película, cuyo principal objetivo es ampliar el universo de la WWE más allá de las arenas y los canales de televisión y sembrar esa semilla por el espectáculo en los niños de más de 8 años.
La trama, escrita por Larry Postel, Zach Lewis, Jim Mahoney y Peter Hoare, es un compendio de clichés de cintas en la que el protagonista es víctima de bullying, encuentra un artefacto mágico que le permite vencer ese primer problema, lo lleva a cumplir sus sueños, dejando de lado a aquellos que lo han apoyado y su redención lejos del amuleto.
Así, vemos a Leo (Seth Carr), un niño afroamericano de 10 años cuya vida gira alrededor de la WWE, es admirador de Kofi Kingston, tiene dotes para el dibujo y, por circunstancias que desconocemos y no nos amplían más, vive con Steve, su padre (Adam Pally), un hombre que vive envuelto en trabajo para pagar las deudas, y su abuela materna (Tichina Arnold), también admiradora de la lucha libre e intento de instagramer (gran parte de su comedia se basa en eso).
Nuestro protagonista es inteligente, buen dibujante, pero es débil y es acosado, junto con sus otros dos amigos, Riyaz (Aryan Simhadri) y Caleb (Glen Gordon), por Trevor (Josh Zaharia), Mason (Dallas Young) y Luke (Bodhi Sabongui).
Precisamente, huyendo de la “acostumbrada” paliza al final de las clases, Leo entra a una casa en venta y al es ondearse en un cuarto, que guarda memorabilia de deportes, especialmente de lucha libre (destacan, por ejemplo, fotografías de André El Gigante, y batas de otros luchadores), el niño descubre una máscara profesional que amablemente le es obsequiada por uno de los cuidadores de la casa en venta.
El artículo se convierte, entonces, en el vehículo a través del cual Leo deja de ser el niño debilucho y atacado para tener otro tipo de confianza, que le llega gracias a que se pone ésta maloliente (exacto, se maneja mucho el gag de que la máscara tiene diferentes olores desagradables, pero hasta ahí llega, sólo es un gag para tratar de ser más cómicos).
En ese momento da la casualidad que la WWE llega a su ciudad con el espectáculo NXT, que busca a la nueva estrella de la lucha libre. Leo, gracias a los poderes de su máscara se inscribe a las pruebas para ser nuevo luchador profesional.
Tras pasar diferentes retos y conocer a “El Mago Trovador” (en realidad “Smooth Operator”, interpretado por Keith Lee), Leo se convierte en el héroe de su comunidad y decide buscar los 50 mil dólares que le permitan a su padre dejar uno de sus trabajos y, quién sabe, provocar que su madre regrese.
Es así que vemos el auge de Leo, quien tiene como alter ego el nombre de “Kid Chaos” (porque obvio, al usar la máscara nadie se da cuenta que es un niño), se hace amigo de su crush Erica (Momona Tamada), y tendrá que enfrentarse a Sansón (Babatunde Aiyebgusi).
La trama deja varios huecos que son difíciles de llenar si analizamos la historia y lo que sucede. El primero es el asunto de la madre de Leo, quien es la gran ausencia de la trama, porque no está muerta y simplemente se fue porque su marido trabajaba demasiado y no tenía tiempo para estar con la familia. Steve, el padre, es retratado como un ser insensible que al ser cuestionado sobre su esposa cambia de tema a través del trabajo. Su suegra es un elemento de apoyo, pero también de comedia llena de gags sobre la edad y ser instagramer.
Sobre los compañeros de Leo vemos poco desarrollo de personajes y son muy predecibles sus reacciones hacia la historia. El último tramo de la película llega a ser prescindible porque ya lo hemos visto hasta el hartazgo en aquellas películas donde un amuleto mágico hace estrella de un deporte a un niño en problemas.
Como parte de la producción y atracción hacia la WWE, los productores incorporaron a Kofi Kingston y a Sheamus, pero ampliar esa lealtad de los niños hacia el producto y sus shows.
En resumen es una película que deja mucho que desear, sólo sirve para que aquellos niños que no han visto la lucha libre se interesen medianamente en ella y no ayuda mucho el hecho de incluir algunos gags escatológicos dentro de la trama.
Le doy 2.5 estrellas de 5.