Un amor prohibido en 1901. Matrimonios por conveniencia en el que uno busca ascender socialmente, la otra ser aceptada en la élite. Una sociedad que no entiende los deseos de las personas. Todo eso se refleja en «El Baile de los 41» (David Pablos, 2020), película mexicana que se estrena comercialmente este 19 de noviembre.
Ambientada en 1901, en pleno Porfiriato, la cinta de Pablos recupera el suceso que narra el hallazgo de 42 hombres (entre los que se encuentra Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Díaz) vestidos como mujeres en una fiesta y que para evitar las maledicencias se convierte en un baile con sólo 41 «maricones» que faltaron a la moral y que fueron producto del escarnio de la época.

La historia sigue a Ignacio (Alfonso Herrera), hombre de sociedad y diputado, que en un afán de quedar bien ante el presidente Díaz, se casa con Amada (Mabel Cadena), hija natural de Don Porfirio (Fernando Becerril) y quien sería aceptada en sociedad gracias a esta unión matrimonial.
Lo que amada no sabía es que su esposo no la ama, sino que es parte de un club, fundado desde la llegada de Maximiliano de Habsburgo a México, en el que los hombres dan rienda suelta a su atracción hacia otros hombres.
Ignacio conoce a Evaristo Rivas (Emliano Zurita), un abogado potosino, quien también siente atracción por los hombres e inicia un tórrido romance con el diputado, quien bajo la condición de hacer feliz a Amada, busca ser gobernador del Estado de México.
Escrita por Mónika Revilla, basada en libros como «El Exilio», de Carlos Tello Díaz, la historia de «El Baile de los 41» refleja las dos relaciones que vivió Ignacio. La tormentosa y violenta con Amada y la apasionada y llena de felicidad con Eva, como nombra a Rivas.
Un día antes del estreno comercial, Pablos y Zurita visitaron Guadalajara para presentar la película ante la prensa y el director pudo hablar sobre su visión de algo que, si bien está ambientado en el Porfiriato, sigue siendo muy actual.
«A mí la historia me resulta fascinante, por donde se quiera ver, ‘El Baile de los 41’, históricamente es considerado la mediatización de la homosexualidad en México, entonces a mí me obsesionaba esta historia, sobre todo la idea de contarla, no desde el prejuicio, que fue como se retrató en la época en los periódicos, sino dignificar a los personajes», expresó Pablos.
«Pese a que digo dignificarlos, no se trata tampoco de presentar héroes o mártires, que no lo eran, eran personas que vivieron sujetas o condicionadas por el entorno que les tocó vivir».
La fotografía de Carolina Costa y el diseño de arte a cargo de Daniela Schneider dan a la película el toque adecuado para ambientar al espectador en este México de principios del siglo 20 que no entiende de amores ni de orígenes, sino sólo de apariencias. El trabajo de los actores es también interesante, especialmente el de Zurita, quien refleja, junto con Herrera lo desolado de su situación personal en un mundo que no los entiende.
Otro aspecto a destacar es la forma en la que se retratan las fiestas del club de los 42, buscando ángulos en los que no destaque la vulgaridad.
La película se filmó en locaciones de la Ciudad de México, Morelos y Jalisco, destacando el Teatro Degollado y el Palacio de las Vacas.
Esta película nos ganó 4.5 estrellas de 5.