La película dirigida por Tatiana Huezo y que narra la violencia hacia las mujeres en tierras del narco se estrena este 16 de septiembre
Ana (Ana Cristina Ordoñez/Marya Membreño) no entiende por qué le cortan el cabello como si fuera hombre. Su larga melena es su orgullo y la amenaza de los piojos, justificación que le da su madre Rita (Mayra Batalla) a ese cambio de look, no la convence del todo.
Tampoco entiende por qué tiene que escuchar los ruidos de la sierra durante la noche, o por qué cava con su madre un hoyo en el patio trasero de su choza en la que viven. Ella sólo vive su vida y observa las situaciones de violencia que se suscitan en su pueblo, un lugar en el que los hombres han migrado al Norte y en el que los que habitan el lugar son niños, ancianos… o narcos.
Esta es la historia que Tatiana Huezo propone en su ópera prima de ficción «Noche de Fuego», basada en la novela «Prayers for the Stolen», de Jennifer Climent, y que cuenta la vida de las mujeres que se quedan solas viviendo con el miedo de que un día llegue el narco, o el ejército y se lleve a las niñas por el simple hecho de ser mujeres.

Ambientada en un pueblo serrano de México (si bien fue filmada en la sierra de Querétaro e Hidalgo, el lugar pudiera estar enclavado en Jalisco), la película sigue el día a día de Ana y su madre, quienes viven de lo poco que deja el trabajo de aseo.
Huezo centra su mirada fílmica en Ana y sus amigas quienes atestiguan la falta de oportunidades en el poblado, cuya principal actividad económica es la extracción de goma de amapola, y las complicidades entre la Policía, el Ejército y el narco, que si bien «protege» a sus trabajadores, también les roba a sus hijas.
La mirada infantil en la que se centra la primera mitad de la película es casi bucólica. Bosques exhuberantes con fauna hermosa, pero al mismo tiempo peligrosa (los niños tienen que aprender a reaccionar ante la presencia de coralillos o alacranes), o tardes en las que las mujeres y los ancianos, a manera de una moderna ágora, tienen que «buscar la señal» que les permita comunicarse con el hombre que trabaja en el otro lado.
Cuando Ana llega a la adolescencia, el tono se vuelve más oscuro, con destellos alegres, como lo que se ve en el jaripeo, pero la amenaza se cierne sobre las mujeres, e incluso atrae, para sí, a Paula quien al cumplir su sueño de curar su labio leporino ve como su cabello se convierte en el de un niño.
El espectador siente los miedos de las mujeres, sabe que hay peligro, pero se desespera al no poder defender a estas mujeres, cuyo único pecado fue haber nacido en este poblado con más ley que la del más fuerte, representada en la fuerza de las armas, ya que la educación es un mero accesorio con el cual los días se hacen menos aburridos.
Huezo lleva las técnicas fílmicas del documental a su guion y le imprime un ritmo sosegado, pero interesante.
Esta película formó parte de la sección «A Certain regard», en el Festival de Cine de Cannes, donde recibió mención honorífica, demás de ser premiada por su creación sonora, a cargo de Lena Esquenazi. En su presentación en la costa francesa tuvo una ovación de 10 minutos.
Definitivamente se lleva 5 estrellas de 5.