Una ‘recuela’ de la saga de terror creada por Wes Craven llega este 13 de enero a los cines dispuesta a conquistar a las nuevas generaciones, que buscan terror más psicológico por encima de las ‘slasher movies’
En 1996 Wes Craven, director responsable de la franquicia de Pesadilla en la Calle del Infierno (Nightmare on Elm Street) llevó a la gran pantalla una historia de Kevin Williamson que refrescó el cine de terror como se conocía en ese tiempo. El resultado fue Scream, Grita antes de Morir (Scream).
Esta película presentaba una nueva manera de hacer cintas de terror. Un elenco de jóvenes ubicados en series televisivas de éxito, como Neve Campbell (quien aparecía en Party of Five) o Courteney Cox (Monica en Friends), con una estrella consolidada, como es el caso de Drew Barrymore, así como rostros frescos de los 90, como Skeet Ulrich, Rose McGowan o David Arquette, además de un asesino odioso, pero a la vez carismático, como es el caso de «Ghostface», quien utilizaba una llamada telefónica y sus conocimientos de este género cinematográfico para hacer de las suyas en Woodsboro, fueron la mezcla correcta para formar toda una legión de esta nueva slasher movie.



El cóctel funcionó, la película inicial generó una franquicia con otras tres películas, cuya calidad fue disminuyendo hasta la última, Scream 4, que pasó sin pena ni gloria, e incluso hubo una serie en Netflix, basada en este tema.
Cuando parecía que esta franquicia yacería enterrada en los recuerdos de la generación x, relegada a las plataformas de Internet, ya con Craven fallecido (murió en 2015), el título Scream regresa reinventado para los jóvenes millenials que viven inmersos en sus celulares y los foros de Internet.
Así es como este 13 de enero llega a la gran pantalla Scream (Grita) (Scream, Matt Betinellli-Olpin, Tyler Gillet, 2022) un regreso a los orígenes de esta saga, pero con nuevos elementos que apelan a la nostalgia y hacen un homenaje a ese cine de terror en el que los sobresaltos de todo tipo y la sangre brotan a borbotones.
Woodsboro, tiempos actuales. Encontramos a Tara Carpenter (Jenna Ortega), quien recibe una llamada telefónica que la invita a unirse a un juego relacionado con películas de terror. Este «concurso» tiene trampa, si ella no contesta adecuadamente, su amiga Amber Freeman (Mikey Madison), y ella serán asesinadas por el dueño de la voz que ha aterrorizado a Sydney Prescott (Campbell) desde 1996.
Las puñaladas se suceden inmisericordes y aunque Tara sobrevive al ataque, éste provoca que su hermana Sam (Melissa Barrera), quien tiene un oscuro secreto relacionado con Billy Loomis (Ulrich), uno de los asesinos de la primera película, regrese a Woodsboro.
La película sigue el patrón de las demás entregas de la saga. Sus actos están bien definidos, y con el regreso de viejos conocidos como Dewey (Arquette) o Gale Weathers (Cox), el espectador se siente identificado con aquellas películas que sorprendieron en 1996, 1997, y en menor medida en 2000 y 2011.
De nueva cuenta los guiños (como nombrar Wes al personaje interpretado por Dylan Minnette, en honor a Craven), o apellidar como Cameron a las hermanas protagonistas, lleva a los fans de este género a cotas de nostalgia percibidas con anterioridad.
Al igual que en la primera entrega, el elenco se compone con actores que ya hemos visto en series famosas, como es el caso de Minette, a quien recordamos de 13 Reasons Why, o Jack Quaid (Richie Hirsch), quien aparece en The Boys.
El suspenso se busca mantener en todo momento a través de los movimientos de cámara y la música, siendo muy representativo de esto lo que acontece en casa de Wes. No hay que perder de vista la manera en que el personaje se mueve por la casa y la forma en la que la música, de Bryan Tyler, prepara a los espectadores a lo que sucederá más adelante.
Si bien la estructura es la misma de toda la saga, se agradece la incorporación de viejos personajes que son entrañables y que generan empatía en la sala, así como los nuevos personajes que de una u otra forma se relacionan con el pasado y que ayudan a que seamos testigos de cómo se resolverá el caso de los asesinatos.
Si en la saga original la crítica se hace a las películas de terror ultraviolentas que se desarrollaban en la época, en esta entrega la crítica recae en Internet y las nuevas tecnologías que absorben a sus usuarios al grado de deshumanizarlos, convirtiéndolos en una masa anónima conocida como fandom.
Aunque se pudiera pensar que esta quinta película no era necesaria, la forma en la que se adapta a los tiempos actuales (empoderamiento femenino, nuevas tecnologías, crítica velada a las cintas de terror actuales, incluso a la misma saga, especialmente a la entrega de 2011), los espectadores saldrán con una sonrisa en sus caras, ya que aunque hay humor que pudiera parecer involuntario, éste forma parte de la misma trama para aligerar la violencia gore que representa cada uno de los asesinatos, cuyo responsable, al igual que en toda la franquicia, es un personaje que sale golpeado, y deja de lado la fuerza sobrehumana de las slasher movies a las que plantea homenajear desde la primera entrega..
En resumen, esta nueva película, que está dedicada a la memoria de Craven, busca refrescar la propuesta surgida hace más de 25 años y lo logra en cierto sentido, aunque deberían finalizarla aquí, ya que estirar más el tema de los asesinatos seriales en Woodsboro, parece que no tiene más de donde renovar la franquicia.
En definitiva se merece 3.5 palomitas de cinco, aunque a los fans les puede llegar a gustar y le darán la media palomita que falta.